La petite mort o el placer perdido
DOI:
https://doi.org/10.59057/iberoleon.20075316.201725335Resumo
Aunque pareciera necedad, el cineasta defendería por siempre su proyecto cinematográfico. Sabía que unos cuantos amigos aplaudían su causa, pero la mayoría lo consideraban algo innecesario, irrealizable o pretensioso. Vil pornografía. ¿Qué valor podría tener algo así? Pese a todo, casi nadie podía resistirse a su encanto. El Fauno, como solían llamarlo, era un maestro al seducir con su labia. Por eso, aunque a veces hartaba a la gente con sus explicaciones acerca del porno artístico, y la necesidad de un porno ético, y el porno como estética de la transgresión, siempre habría algún espíritu incauto que, en medio de la borrachera, o embriagado por el entusiasmo y la curiosidad, pedía o aceptaba volverse parte de ese tal «proyecto liberador»
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